martes, 22 de enero de 2013

El Señor Silver (V)


Al señor Silver le despertó el ruido de la puerta del conductor al cerrarse. Cuando le abrieron la suya, se dio cuenta de que ya estaba dentro de la señorial casa de los McSliverly. Se apeó y, bastón en mano y sombrero puesto, miró la hora: las 10:45. Aún faltaba un cuarto de hora hasta que empezara la lectura de las últimas voluntades del patriarca de los McSliverly. Estaba ya llegando a la puerta cuando, súbitamente, se volvió y trotó de vuelta al coche: había olvidado un sobre de color amarillo fechado el 22 de enero, dos días antes de la muerte del causante. Lo cogió, se lo guardó en el bolsillo interior de la americana negra que llevaba bajo el abrigo y, a paso más rápido que antes, volvió a la entrada de la mansión. Tocó el timbre y comprobó la hora: las 10:55.

Un criado le abrió y se ofreció a coger el abrigo largo y negro del señor Silver, quien sin dudarlo se lo entregó. Hecho esto, el recién llegado se dirigió al gran salón con biblioteca, donde se realizaría la lectura del testamento del Sr. McSliverly. Como ya conocía el camino- pues tiempo atrás él vivió allí- en pocos minutos se encontró en la puerta correera de entrada a la sala. Una vez dentro, tomó asiento en una de las últimas filas y miró el reloj: las 10:55.

En los cinco minutos que faltaban, el señor Silver se dedicó a identificar al resto de los presentes. En las dos primeras filas pudo ver que estaban los miembros de la familia McSliverly y la hija del fallecido. El joven Sean tampoco había acudido esta vez. En las dos siguientes estaban sentados los pocos amigos de Libriscivis que le quedaron al difunto junto con secretarios y compañeros de toda la vida y su antiguo administrados: "los incondicionales" pensó el Sr. Silver. En la quinta y última fila, junto con él, se encontraban los curiosos y antiguos empleados del muerto, por si había suerte y conseguían algo.

En ese momento tocó once veces el reloj: las 11:00…