Hace más o menos cuatro años -¿cuatro ya? ¡Cómo vuela el tiempo!- me
dijeron que podía estudiar en Derecho en la Universidad Pompeu Fabra, en
Barcelona. Hace cuatro años, en un julio igual de caluroso que este, fui a
matricularme. Era la tercera vez que entraba en el recinto de la universidad,
solo que esta vez no era ni para dar una calculadora ni para asistir a la
graduación de mi hermano, sino para empezar una nueva etapa en mi vida.
Estuve un rato largo haciendo cola y mis nervios aumentaban minuto a
minuto. Cada vez estaba más cerca. Finalmente, llegó mi turno. Di mi nombre, comprobaron
que efectivamente estuviera entre los admitidos y me pidieron que sacara un
papel de una urna de cristal que había allí. “¿Para qué es?” pregunté. “Para
saber en qué grupo estarás”. Sin darle mucha importancia, hice caso y, entre
otros números, estaba escrito 02. Así, por azar o por obra del destino, se me
asignó el grupo de compañeros con los que viviría, principalmente, los cuatro
años de carrera. El grupo en el que conocería a gente que ahora parece que sean
compañeros de toda la vida.
El grupo 2 casi en su totalidad (Foto de Natia Kardava)
Foto de parte del Grupo 2 (Foto de Alumni UPF)
¿Qué me llevo de este tiempo? Primero, los momentos. Desde los más simples e
inofensivos minutos previos a empezar una clase en los que nos solíamos
encontrar siempre los mismos, hasta las largas horas de encierro en la biblioteca,
el Dipòsit de les Aigües –el templo del conocimiento, la catedral de la
sabiduría-, pasando por las pausas, los descansos, las quedadas para hacer
seminarios y las horas en la cafetería comiendo o, simplemente, viendo el
tiempo pasar. Segundo, las experiencias, tanto en el ámbito universitario más
estricto, como exponer trabajos ante un público en su mayoría desconocido, como
en uno algo más distendido, como ha sido presentar a la Associació d’Estudiants
Thomas More, de la que con mucho orgullo soy miembro, en las conferencias que
esta organizaba.
Tercero, algo que entraría en todas las categorías pero que debo reservarle
una individual: el Erasmus. Esta ha sido la experiencia que más huella me ha
dejado y de la que tengo recuerdos que me acompañarán siempre. Ese magnífico
trimestre y medio que pasé en Ginebra. Este sí que fue algo inolvidable: no
solo por los momentos allí vividos, como la primera experiencia de vida fuera
de una familia –pues antes siempre había estado con familias, aunque fueras
desconocidas-, sino también por los amigos allí hechos: gente con la que he
mantenido el contacto hasta el punto de llegar a viajar para reencontrarnos.
Parte de "The Cookies" -(izquierda a derecha) Agathe, Gloria, Ferran, Rachel y yo- en Gràcia (Foto de Gloria Bonmatí)
(Izquierda a derecha) Irini, Clàudia, Rachel, Agathe, Ferran, Pauline, Gloria y yo en la mitad de la subida al Mont Salève, junto a Ginebra (Foto de Rachel Louise Turner)
Cuarto y último, pero no por ello menos importante –lo bueno se guarda para
el final, ¿no?-, los amigos y compañeros. Esta nueva familia que me dio el azar
–o el sabio señor destino- al hacer que sacara ese papel en concreto y no el
del anterior o posterior, que fueron a otros grupos. Aquí, en esta categoría, incluyo también a todos aquellos que eran de otros años del grado en Derecho, a los que estudian otras carreras y a aquellos que vinieron a Barcelona en su intercambio, estuvieron solo unos meses, pero que aún así me han marcado profundamente -tanto como los compañeros de mi tiempo en el intercambio-. Este grupo con el que he
vivido intensamente los momentos y experiencias descritas y aquellas que se
quedan en el tintero, pero que viven para siempre en mi mente. Esta gente de la
que no puedo sino enorgullecerme y con la que espero seguir encontrándome en
los años venideros. Esta gente a la que considero mi familia elegida.
(izquierda a derecha) Francesc, Gemma, Marta, Abel, Cristina, Dayana, yo, Claudia, Núria y Carlos
(derecha a izquierda) Carlos, Francesc, Abel, Rebeca y yo
Miembros integrantes del llamado Grupo 1,5 (Fotos de Alumni UPF y Carlos Camarasa)
Grupo del Prácticum en Oficinas Judiciales -(izquierda a derecha) Ferran, Anna, yo e Ivana- (Foto de Ivana Prats)
Marta y yo (Foto de Abel González)
Dayana, Claudia y yo (Foto de Claudia)
Francesc, Carlos y yo (Foto de Rafa Martínez)
Natia, la super delegada, y yo (foto de Rafa Martínez)
Francesc, Laia y yo (foto de Laia Mas)
Xavi, Jorge y yo (Foto de Jorge Fort)
Ahora, ya estamos graduados. Hace cuatro años, nos embarcamos en una
travesía en la que hemos sobrevivido a tempestades huracanadas y a calmas
chichas; en la que hemos tenido momentos con el viento en popa en los que
íbamos a toda vela y otros en los que las velas han tenido que ser izadas para que
la velocidad a la que íbamos no destrozase nuestro navío. No obstante, ahora
hemos llegado a buen puerto. Hemos llegado al final del camino y hemos vuelto a
tierra. Ahora, cada uno debe continuar sus pasos. Es muy probable, que algunos
tomemos de nuevo el mismo barco y sigamos años juntos, mientras que otros
tomarán otras rutas. Ha sido un placer compartir con todos vosotros este
camino.
Rafa, mi hermano, y yo (Foto de Andrea Canovas)
No puedo evitar terminar haciendo una mención especial a nuestros seres
queridos, tanto los que están como los que nos han dejado, que, sin duda
alguna, han sido un apoyo gracias al cual hemos podido llegar hasta aquí.