En la alta
montaña,
En el gélido
castillo,
En la espaciosa
sala,
Con la
cristalina corona,
Con el congelado
cetro,
La reina espera
sentada.
Por el verde
valle,
Con los
interminables séquitos,
Por las sinuosas
rutas
De las
escarpadas montañas,
Hacia la gélida
fortaleza
De la poderosa
señora,
Tres reinas sin
demora avanzan.
A las puertas de
la fortaleza
Las ilustres
damas llegan.
De esmeralda, de
ocre y de azafranado,
Ellas visten.
Con un bello
vestido albeo
La llegada de
sus hermanas
La reina
aguarda.
Con ojos
vidriosos,
Con lágrimas en
las mejillas,
Como su blanco
querido desaparece,
Como el verde
intenso se abre paso,
La dama observa.
En la sala ya
reunidas,
En sus
respectivos asientos,
Las cuatro
grandes señoras
Están ya
situadas.
“Ya ha llegado
el momento”
“El equinoccio ya
está aquí”
“Entrega el
cetro fría hermana”,
Le dicen a la
triste reina.
“Mis ojos han
visto derretirse mi obra,
Mi tiempo para
descansar no puede ya esperar”
Responde la dama
del castillo.
“Hermana mía,
aquí tienes el frío cetro”
De la dama de
blanco a la de verde,
Pasó el poderoso
objeto.
“Gracias, amable
hermana, por el trabajo realizado,
Con mucho gusto,
te tomo el relevo”
Y el cetro
guardó en sus manos
Y de una flor de
hielo que era,
Una bella rosa
roja devino.
“Hasta el
próximo encuentro, hermanas”
Se dijeron unas
a otras.
“Hasta el
solsticio de verano”.
¡Y así es como
el frío invierno terminó
Y la verde
primavera comenzó!