sábado, 2 de agosto de 2014

Space Oddity (I)

En un pequeño pueblo, una madre entra en el salón de la casa de su hija donde está viviendo para ayudarla a cuidar de su hijo mientras su marido está fuera. El niño está jugando con sus amigos en casa del vecino haciendo ver que son astronautas y que están en una misión en el espacio. Con una caja de cartón han construido algo parecido a una nave y han improvisado unos cascos espaciales con los de las motos de los hermanos mayores de algunos del grupo. La señora Halifax, al entrar en la habitación donde está su hija, la encuentra mirando absorta la radio encendida con los ojos llorosos. ¿Qué está haciendo? Se pregunta, ¿Por qué no la sintoniza en alguna frecuencia concreta?: el aparato no emitía sonido alguno, solo interferencias.

Mientras tanto, en algún lugar de Texas, un guardia de seguridad del Centro Espacial entra en el complejo con su coche recién comprado con el aumento de sueldo por la mejora en su puesto dentro de la seguridad del lugar. Después de haber trabajado casi diez años en el mismo lugar, dos días atrás lo habían ascendido a jefe de seguridad de Centro de Control de las Misiones Espaciales. Aparcó el vehículo en su plaza reservada por su puesto y se encaminó a su despacho. Pasó la tarjeta por el identificador para acceder al edificio, saludó a sus subordinados que controlaban la entrada y al equipo de recepción.

La entrada a su despacho estaba junto a la de la Sala de Control y, en el momento en el que metía la llave en la cerradura para abrirla, oyó unos gritos provenientes del interior de la otra habitación. Rápidamente giró la llave, entró y se dirigió a la ventana a través de la que veía todo lo que ocurría dentro. Las caras eran todas largas y aterrorizadas y varias luces rojas se habían encendido: se preguntaba qué podría haber pasado ya que no había ninguna misión peligrosa allá arriba o con algún grado de riesgo mayor que el de toda las misiones enviadas.

Muy lejos de aquellos dos lugares, a muchos kilómetros hacia el cielo, se había encendido la luz roja intermitente de la bombilla de “Combustible”. No podía ser posible: acababa de salir y aún no había llegado a la atmósfera. Encendió entonces el intercomunicador y el ruido de interferencias al no encontrar ninguna conexión al otro lado rompió el silencio que reinaba en aquel lugar. Estaba seguro en un sueño. Movió el sintonizador del comunicador: no hubo ningún cambio. Miró el indicador de oxígeno: 30%, no aguantaría hasta que otro viniera a rescatarle. Descartó salir porque aunque tenía las herramientas necesarias en la cápsula para arreglarla, necesitaba la ayuda de un compañero desde el interior para que le avisara cuándo se arreglara, pero esta segunda persona no estaba. Su traje tenía un 50% de oxígeno, de manera que cuando se acabara el del interior y así evitaría la congelación, hasta que se acabara todo el del traje.

Vanamente confiaba en que pudiera alguien ir a ayudarle, a pesar de saber que no ocurriría. Suspiró. Súbitamente pensó que sí enviarían a alguien a recoger la nave por los resultados de la investigación que estaba llevando. Decidió que dejaría algo para cuando abrieran la cápsula y no solo encontraran su cadáver.  En la grabadora había espacio para hablar durante 45 minutos. Sabía que así iba a acabar antes con el oxígeno, pero lo tenía que hacer. Antes de empezar conectó el cable del micrófono del traje a la cápsula por si se veía obligado a seguir desde allí.


Cuando todo estuvo preparado miró, primero, por la ventanilla de la capsula: ¡qué bella visión! Admirado vio la Tierra, La Luna y otros planetas. Más allá estaba el Sol, el Astro Rey, dando luz al Sistema Solar y vida a los seres humanos. Divisó a lo lejos un sinfín de puntos brillantes. Alegremente pensó que lo último que vería sería un espectáculo inefable e impresionante. Después, miró el oxígeno, 28%. Era el momento. Con parsimonia movió la mano y acercó el dedo al botón “Grabadora/Cuaderno de Bitácora”. Suspiró con una mezcla de tristeza y alegría. Pulsó el botón y un “piiiii” rompió el silencio. Entonces, empezó a hablar.