miércoles, 15 de julio de 2015

Advertencias

Finn acercó las manos al libro con una mecla de temor e intriga por lo que podría recordar: ¿Sería todo bueno? ¿Valía la pena hacerlo? Lo cogió por el lomo con la mano izquierda y lo levantó. Era asombrosamente ligero, aunque daba la sensación de ser sumamente pesado cuando estaba sobre la mesa. La cubierta era de terciopelo azul. Con la mano derecha, lentamente, empezó a abrirlo por la mitad.

-¡Alto! -le paró el anciano- Los libros tienen un orden y este debe ser respetado... -hizo una pausa- y, en este caso, todavía más.

El joven le miró callado, esperando a que continuara, y apartó la mano derecha de donde estaba.

-El libro tienen todos tus recuerdos -prosiguió-: todo lo que has vivido, se ha escrito aquí. Si lo lees en el orden del texto, todo volverá a su lugar. Ahora bien, si lo alteras, recordarás todo en un orden diferente al real y puedes llegar a perder la cordura.

Finn, mirando fijamente a Ion, abrió el libro por la primera página. Cuando empezó a bajar la cabeza, el anciano habló de nuevo.

-Una última advertencia. En este libro está escrito todo lo que ha ocurrido hasta hoy y, si lees demasiado, pagarás un precio.

-¿Leer demasiado? ¿Qué quieres decir con eso? -le espetó Finn, molesto porque no le había dicho todo a la vez.

-Sí -respondió con una calma que contrastaba con la actitud del joven-. Leer lo que ya recuerdas, leer demasiado, hace que olvides.

Finn abrió los ojos con espanto.

-¿Cómo... Cómo sabré cuándo parar? -preguntó asustado-. Si no recuerdo lo anterior, no sabré cuándo termina... Si leo lo recordado, ¿lo olvidaré todo o solo lo releído? -se apreciaba miedo en su voz.

-Olvidarás lo que leas y aquello que sea consecuencia directa de ello. Tú confía en tu instinto: él te dirá el momento exacto en el que debes parar. Ahora que ya has sido advertido de todo, aquí te dejo con el libro. Mucha suerte, Finn de la casa de Ion.

Dicho esto, se dirigió a la puerta por la que había entrado antes y la cerró detrás de sí. El joven tenía el libro entre las manos. Temblaba.

Con cuidado, bajó la vista hacia el libro. No encontró nada escrito, solo vio la portada. Pensó que seguramente lo habría cerrado inconscientemente después de la segunda advertencia. Una vez más, abrió el libro pero miraba hacia el sitio donde antes estaba el anciano Ion. Respiró profundamente. Recorrió la habitación con los ojos. Respiró de nuevo. Su corazón latía a una gran velocidad. Cerró los ojos un segundo. Volvió a respirar y los abrió. "Ya es hora de saber quién soy realmente" se dijo. 

Bajó la cabeza y miró la primera página de su libro. Estaba preparado para recordar.