Se había pasado. La broma del alumno había llegado demasiado lejos. Tras tantas repeticiones, el profesor se hartó y decidió que todos pagarían: desde el que fue inocente desde el principio hasta el más culpable, pasando por todos aquellos que solo se habían reído- en voz baja y/o por dentro. La amenaza del profesor fue dura y todos sabíamos que esta vez iba a cumplirla. Tras esto, el silencio reinó en el aula hasta el final.
La gota había colmado el vaso y las consecuencias jamás iban a ser olvidadas.
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