martes, 15 de marzo de 2016

El Sirviente

“¿Qué haces aquí, Sally?” preguntó Leary, recuperado del sobresalto por la misteriosa aparición. “Pensaba que estarías en las celebraciones Deis como hija de noble que eres…”

Sally le echó una mirada furiosa

“Psé, ya estoy harta de esas fiestas: todas son iguales. Los hombres comen y beben, mientras las mujeres cuchichean como verduleras y están pactando bodas para nosotras, las jóvenes, que hemos de estar aguantando las miradas lascivas y ávidas de los comensales” explicó ella con amargura. Entonces puso una cara risueña “yo prefiero ir a buscar a futuros druidas solitarios y hablar con ellos. Así me siento más…” y se quedó pensativa.

“… buena persona” terminó Leary.

“Puede ser, je, je, je” rió ella. “Me han dicho que en el campamento Udalh hay esta noche un cuentacuentos muy bueno. ¿Quieres ir a escucharle? ¡Cuentan que es un hombre de la isla de Alba que se conoce todas las historias y leyendas de Thule!”

Leary abrió los ojos como platos. Esa podía ser su oportunidad de conocer la historia de la misteriosa fortaleza maldita.

“¡Me parece una idea genial! Es mejor que mi plan…” dijo intentando, sin éxito, no parecer tan ilusionado como estaba.

“Sí, claro que es mejor que no hacer nada en el campamento mirando el horizonte” le cortó ella con una sonrisa maligna. Él la fulminó con la mirada.

“Pero, ¿cómo quieres que nos colemos?” preguntó Leary, que sabía que no podían mezclarse entre reinos antes de la fiesta de final del Consejo, salvo algunos que sí tenían permiso.

“Con tu capa de aprendiz de druida de nuestro pueblo no pasaremos muy desapercibidos, eso es indudable” dijo Sally mientras sacaba del interior de su capa un bulto de tela. “Toma, cógela y póntela” y se lo lanzó.

Leary lo atrapó y lo desplegó. Era una capa como la suya, pero sin ornamentos de la nobleza deis. Esto era lo que daba libertad para pasear: los nobles, como los druidas, podían deambular tranquilamente por cualquier parte de la pequeña, ahora rebosante, ciudad durante los Consejos. El resto de personas no podían, salvo que acompañasen a alguien que sí tenía ese permiso.

“¿De quién es esta capa?” preguntó inquisitivamente y alucinado.

“Sí, es de quien tú piensas” respondió, que lo conocía tan bien que casi podía leer su mente solo con mirarle a los ojos. “Es la capa de uno de los sirvientes de mi padre” y calló unos segundos. “Si quieres llegar antes de que empiece con la primera historia, más vale que te cambies la capa y nos vayamos” dijo Sally mientras se levantaba y se dirigió hacia la puerta por la que había entrado al campamento de los druidas.

Rápidamente, Leary se quitó la capa druídica, la plegó y cuidadosamente la guardó en su fardo. Salió de la tienda mientras se ponía la de sirviente y alcanzaba a la sombra verde oscura de Sally que ya estaba fuera del campamento, de camino a la zona de la ciudad ocupada por los udalhenses.


No hay comentarios:

Publicar un comentario