domingo, 22 de julio de 2018

El desembarco


Nubes negras se acercaban  por el este. Las órdenes se vociferaban de barco en barco. Los remos empezaron a moverse y las naves avanzaron hacia la orilla. Poco después, encallaron.

Desembarcaron todos los tripulantes. Los diez primeros de cada navío fueron a preparar una zona en la que establecer el campamento para resguardarse y pasar la noche. Los siguientes veinte llevaban cajas, barricas y sacos con toda la mercancía que transportaban. Seguidamente, los domadores sacaron a los caballos y caminaron con ellos para que se acostumbraran de nuevo a estar en tierra firme. Los últimos en salir fueron los capitanes junto con sus guardias. Se reunieron todos cerca del barco del general.

Su pelo canoso y su mirada cansada delataban que era el mayor de los presentes. Su acento, aunque atenuado por su tiempo surcando los mares y luchando en guerras ajenas, revelaba que era thuliano.

–Recordad  –les dijo–, sois comerciantes. Mañana, después de formar una guarnición con miembros de cada uno de vuestros clanes para que se queden guarneciendo los barcos, iréis a la ciudad y acamparéis con el resto de personas de este gremio. Haced que vuestros soldados y sus familias no lo olviden. Nadie debe saber quiénes sois realmente. Me uniré a vosotros ahí. Antes debo ponerme al día de la situación del reino.

–Sí, señor –respondieron. Nada de lo que les había dicho les sorprendió. Ya les había explicado su objetivo antes de embarcarse.

El general se dirigió al domador que tenía su caballo y los de su guardia.

–¿Están listos? –le preguntó–. No cabalgarán más de dos kilómetros.

–Irán más lentos de lo habitual, mi señor –contestó el joven–, pero no deberían verse impedidos.

–Muchas gracias, domador –le respondió–. Nos vamos –dijo mirando a los dos soldados que le acompañaban.

Un rayo iluminó la escena. Un segundo después, le acompañó el trueno. Montaron y apaciguaron a los animales. Las primeras gotas acariciaron las manos del general mientras se ponía la capucha.

Minutos más tarde, tres sombras en forma de jinetes trotaban por la arena bajo un manto de lluvia fina. Su destino era un edificio situado sobre una colina próxima a la playa.

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