El aparato era circular y del tamaño de una moneda. Estaba cerrado y tenía dibujos de relojes de arena en la
cubierta trasera y en la delantera, los números y las agujas fijas: la de las
horas estaba en el tres y la de los minutos, en el seis. Había tres manecillas
en los laterales: dos en el derecho y una en el izquierdo. Tras accionar una de
ellas, se abrió la uno de los lados y pudo ver el interior. Era espectacular.
Cinco pequeñas circunferencias estaban dentro de la grande, pero con tal
perfección que no se tocaban entre sí ni entorpecían los movimientos de las
agujas de la principal.
-¿Por qué es tan extraño? ¿Qué
marca cada una? –preguntó sorprendida, porque realmente nunca había visto nada
igual.
-Porque permite viajar en el
tiempo. De hecho, no estoy seguro de si es así, pero he seguido las
instrucciones de un orfebre que hizo uno igual hace mucho tiempo… -hizo una
pausa- aunque no se sabe si lo consiguió o no. Esa fue su última obra –la miró
y sintió la misma extrañeza de antes y decidió omitir más detalles sobre la
construcción del reloj-. Bueno, cada esfera señala una cosa: el día la de la
esquina superior derecha; el mes, la de la izquierda; el año, la que está a la
derecha del mecanismo principal; los segundos, la que está a la izquierda; el lugar,
la de la parte de abajo; y las horas y los minutos los marca la esfera
principal.
Ella no se creía lo que estaba
viendo y escuchando.
-Se ha vuelto loco -pensó-. Si
se oyera diría que habla otra persona.
Y, ¿cómo pretendes que esto funcione? ¿Vas a desaparecer? –le dijo con un tono
de burla temerosa porque siempre le había oído decir que no había nada peor que
un loco con ideas… ¡y en ese momento lo era él!
-No lo sé –le respondió
sinceramente-. Yo solo voy a programar el lugar, día, mes, año y hora a la que
quiero llegar y apretaré la solitaria manecilla.
Mientras lo decía, accionó las
agujas de la esfera mayor con la palanca que aún no había usado del lado
derecho. Las puso a mediodía. Cuando estuvo listo, apretó una vez más y empezó
a moverse la de los segundos hasta la misma posición. Luego la de los días,
luego semanas y años hasta que quedó fijado el viaje para el 28 de marzo de
2016. El lugar fue fácil de establecer: Barcelona.
-¡Todo está listo! –exclamó
feliz- Ahora solo he de apretar y viajaré para cambiar las cosas. No cometeré
el mismo error otra vez –y sonrió.
-Pero, ¿de verdad quieres hacer
esto? –le dijo ya con algo de pánico porque vio que iba en serio-. ¿Vale la
pena cambiar todo por una palabra de más?
-Sí –respondió con frialdad-. No
puedo modificar lo que yo querría porque solo puedo influir en mí mismo, no en
los demás, así que sí. Hay cosas que no podré evitar, que ocurrirán, pero otras
no. Yo voy a retocar estas. ¡Hasta la próxima!
Dichas estas palabras, accionó la
palanca de la izquierda y, súbitamente, cerró los ojos, como si estuviera
dormido o meditando. Por eso nadie se extrañó. Tampoco apreciaron los que veían
esa escena cómo le cambió la cara a un blanco cadáver a la chica porque sabía
que, si no se había equivocado, nada iba a ser igual y estaba contenta con la
nueva situación. Con todas sus fuerzas rezó para que abriera los ojos. Pasó un
segundo; luego, otro…
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