miércoles, 31 de mayo de 2017

Sueños

Desde la ventana podía ver una gran duna que terminaba en una orilla y en algo parecido al mar… era extraño: habría jurado que la intención era ir a la montaña, pero bueno. No podía quejarme ya que esas eran las vistas que tenía desde una ventana panorámica en una habitación bastante grande. A la vez, algo turbaba mi espíritu: estaba intranquilo, nervioso, alterado.

Ensimismado por lo que tenía delante y lo que sentía por dentro, no la escuché llegar. La noté cuando me rodeó con sus brazos. Con calma me giré para poder mirarle a los ojos amables y cálidos y nos fundimos en un profundo abrazo. Fue mágico: me calmó y se llevó mis pesares. La tempestad que se había levantado en mi interior se disipó de súbito. Me apreté más a ella y sus largos cabellos marrón oscuro me cubrieron parte de la cabeza. Claro, comprendí, me sentía desprotegido y por eso necesitaba ese abrazo, ese contacto humano: estaba como alejado de la realidad, perdido. En todo caso, parecía que ella había obrado mágicamente en mi interior. Ahora, estaba en paz.

“Dicen que esa arena no quema y es muy fina. Se puede caminar bien por ella” dije sin separarme de ella, con los ojos mirando al infinito sobre el agua y agradecido de que estuviera allí.

“Vayamos entonces a la orilla del lago, ya haremos senderismo mañana. Voy a cambiarme” respondió con una sonrisa mientras nos separábamos y se fue a otra zona de la habitación.

“Me parece perfecto. Yo también” dije, aunque me chocaba que no hubiera recordado antes que las montañas estaban al otro lado y que, si bien es cierto que no veía la otra orilla, eso no era ni de lejos un mar.

Hacía poco que habíamos llegado y las maletas estaban recién deshechas. Me acerqué a un armario donde tenía guardadas las ropa de baño, cuando la puerta se abrió. Entró entonces una pareja de mediana edad y empezaron a ocupar la mitad de la habitación que nosotros no habíamos tocado.

“¡Buenos días!” saludaron al unísono con alegría.

“¡Bienvenidos!” les devolví el saludo

Parecía que tuvieran experiencia en viajes porque sin cruzarse muchas palabras y, en pocos minutos, su gran equipaje estaba ya guardado y las maletas cerradas. Yo lo vi mientras, sin fijarme, cogía una camiseta verde. Entonces, ella apareció con vestido de seda ligero de color esmeralda. ¡Habíamos escogido el mismo color! Sonreímos con la cara y los ojos. Se acercó y nos entrelazamos una vez más, pero esta vez fue más breve.

“Nos vemos abajo” me dijo sin perder su sonrisa.

“Hasta ahora” respondí con alegría.

Ella caminó hacia la puerta, la abrió y la cruzó. Súbitamente, todo se volvió oscuro. Parecía que todo estaba desapareciendo. ¡Qué pasaba! ¡¿Por qué ocurría?!

Se hizo el silencio. Solo oía mi respiración agitada. Un ruido llegó de fondo. Se aproximaba una música tranquila. Un fogonazo de luz la acompañaba.

“¡Buenos días, Ignacio! Hora de despertarte” me dije.


Me sorprendió que siguiera recordando de manera tan vívida y real aquello soñado. Lo escribí rápidamente para, más tarde, poder convertirlo en una pequeña narración y, mientras lo hacía, recordé eso que se dice de: “si sueñas con una persona, es que ella también está pensando en ti”. Mi pregunta es: ¿pensando de la misma forma? Bueno, será mejor no saberlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario